viernes, 26 de junio de 2009

BILL CALLAHAN - SOMETIMES I WISH WE WERE AN EAGLE (2009)



Este es el segundo disco en el que Bill Callahan -antes conocido como SMOG- utiliza su propio nombre como distintivo artístico. No se muy bien las razones que ha tenido para abandonar su anterior apelativo y tampoco parece que su musica haya experimentado un tremendo cambio. Supongo que será cuestión de puntazos.
En este trabajo de título y portada desconcertantes, realmente no hay nada que no pudieramos encontrar en alguno de los mejores discos editados en el formato SMOG, como "Dongs of Sevotion", "Knock, Knock" o "Supper", pero por lo que sea ha conseguido llamar mi atención, y mucho. Tanto, que no he parado de oirlo desde hace un par de semanas y eso en la era mp3 de la descarga contínua es mucha atención.
Si bien la fórmula que Callahan utiliza para hacer canciones es relativamente simple, basada en ruedas de pocos acordes y su opaca voz sobrevolándolo todo, es en los arreglos donde este disco alcanza el sobresaliente, llevando a esas canciones a un estado de iluminación que sólo Van Morrison en sus momentos más brillantes ha logrado alcanzar. La intensidad reina en todos los surcos: Bill sabe ser oscuro sin caer en la antipatía, ser tremendo sin dejar de ser luminoso y lo mejor de todo es que lo hace con la naturalidad del que tiene su propio libro de estilo aprendido, aunque sabiendo sacarle el jugo suficiente como para no caer en la autoparodia. Es en definitiva, uno de esos discos que ganan escuchándolos de principio a fin, con tranquilidad. No hay que esperar grandes ganchos ni mucha accesibilidad, pero estas canciones acaban por hacerse un hueco en tu cabeza con relativa facilidad y sin saber muy bien porqué. Un discazo para disfrutar en las calurosas tardes del verano mientras se piensa en las musarañas.

jueves, 25 de junio de 2009

ROY ORBISON - THE ORBISON WAY (1966)


La época MGM de Roy se ha visto injustamente eclipsada por la previa en Monument Records, compañía con la que produjo la mayoría de los éxitos que le hicieron famoso. Sin embargo, esta tercera fase de su carrera (a la de Monument hay que añadir la previa en Sun Records) es mi favorita. Se trata de su momento más sixties y en el que el tándem compositivo formado con Bill Dees llegó a una cota más alta. Los discos ya no se formaban de dos o tres singles mayúsculos y unas cuantas versiones para hacer bulto, sino que tenían una intención de formar un todo completo y "The Orbison Way" puede considerarse el pico de ese ánimo creativo. Una colección de canciones dramáticas y elegantes como sólo Roy podía escribir y cantar, tanto en compañía de la grandísima banda que tenía por aquel entonces, los Candy men, como arropado por arreglos orquestales suntuosamente ejecutados.
El manierismo barroco está presente en toda esta obra, mucho más acorde con su tiempo de lo que parece. Roy no era para nada una vieja gloria de la los tiempos dorados de la musica teen. El sonido y cohesión que respira el disco así lo demuestra, pudiendo medirse en calidad con cualquier producción de ese año. Lamentablemente, grupos como los Beatles, Byrds, Beach Boys etc. empezaban a explorar nuevas facetas del pop para las que nuestro protagonista no estaba preparado y no pudo brillar como merecía. El gusto de la gente cambiaba y ya no se necesitaban los melodramas sentimentales que ofrecía nuestro hombre en sus canciones. La era de la psicodelia comenzaba y la época de las vacas sagradas del pop había pasado.
Sin embargo, nos encontramos ante una joya atemporal: cualquiera de los dos mayúsculos singles que contiene el disco, "Crawling back"- que lo abre- y la bailable "Breaking up is breaking my heart", un uptempo beat que quita el hipo, merecían mucha mejor suerte de la que tuvieron en los charts y el resto no iban a la zaga: las delicadas "Time changes everything", "This is my land" o la final "Why hurt the one who loves you", con esa voz acariciante; las piezas más pop como "It ain't no big thing" o la grandiosa "Maybe" o incluso los momentos de sonoridad más exótica como"Go away" o " the loner", conviven a la perfección en un disco absolutamente magistral que podría considerarse la cumbre creativa del gran "O", aunque casi ninguna de sus canciones aparezca en las típicas recopilaciones al uso. Merece la pena oirlo e incluso conseguirlo en vinilo aunque sea difícil, sobretodo por la preciosa portada.

martes, 16 de junio de 2009

NEIL YOUNG - ON THE BEACH (1974)



Lo que se esperaba de él tras alcanzar el éxito masivo con Harvest, era que sacara un disco en directo de la gira y la compañía de discos siguiera haciendo caja. Como buen caballo loco, nada más lejos de la intención de nuestro protagonista. Primero, se desmarcó con un "Time fades away" en directo, si, pero de bajón a más no poder y nada digerible. Tras ello, graba casi simultáneamente los dos discos que completan su personal trilogía de la depresión, el primero de los cuales es el que nos ocupa.
On the beach es un disco que, si bien en su día fue calificado por los criticos como "una decepción", hoy en dia se ha justamente reivindicado, llegando incluso algunos a considerarlo como su mejor obra. Al igual que su sucesor, "Tonight's the night", cuenta con una cohesión, tanto en temáticas como en sonido, arrolladora que hace el aire irrespirable mientras se escucha. El estado anímico en que fue grabado, con Neil y sus músicos atiborrados de drogas (tomaban una mezcla de marihuana y miel llamada Honey slide que dicen que es peor que la heroina) y de muy mal rollo, inunda unas canciones intensas, llenas de bilis y desesperación.
El disco se abre con la única canción que podría considerarse comercial, un "Walk on" que carga contra los críticos que se cebaban con él y con su música. Tras ello, los pasajes eléctricos se raentizan y se vuelven espesos ("vampire blues", "revolution blues") y se mezclan con los acústicos con curiosa comunión. La preciosa "Motion pictures", la sublime y larga "Ambulance blues", pieza capital del disco, la triste canción que lo titula, o esa perla de pop nublado llamada "see the sky about to rain", colocada al principio del disco para que se anticipe la tormenta que esta por llegar... no sé, cuesta mucho digerirlo, pero cuando se consigue es un disco que atrapa como pocos del de Ontario. Una maravilla que yo pondría en lo alto de su producción.

viernes, 5 de junio de 2009

NEIL YOUNG - "EVERYBODY KNOWS THIS IS NOWHERE" (1969)

De portada asombrosamente bonita, "Everybody knows this is nowhere" supone el encuentro de Mr. Young con su banda definitiva: los Crazy Horse. Banda de bar, inicialmente llamada The Rockets a la que Neil rebautizó con el nombre del gran jefe indio para convertirla en uno de los combos de rock más salvajes y desbocados jamás conocidos. Su sonido es como una apisonadora y sobre un escenario, aún hoy, son temibles llegando a cotas de éxtasis eléctrico inimaginables para el resto de mortales. Aquí se portan como campeones en cabalgadas como "Down by the river" o "Cowgirl in the sand", largas y angostas, dos clásicos obligatorios en el repertorio del canadiense. Tampoco son mancas "Cinnamon girl", uno de los singles más perfectos de la carrera de Young, ni "Everybody knows this is nowhere", con ese sonido de country electrificado tan marca de la casa. Junto a tanta tormenta de guitarras, destacan dos momentos delicados: la delicia "Round and round" y la campestre, acorde con la portada, "The loosing end".

Un disco corto en canciones y minutaje, pero laaaaargo en intensidad. Esencial.

martes, 2 de junio de 2009

NEIL YOUNG - "HARVEST" (1972)

Grabado a caballo entre Nashville, Londres y su rancho, este es el disco que supuso la confirmación definitiva de Neil Young como artista en solitario, ya pasadas las experiencias en Buffalo Springfield y CSN&Y, que le encumbró como éxito de ventas, gracias al hit "Heart of gold". Un trabajo predominantemente acústico y con tintes tradicionales en el que sobresale lo romántico en contraposición a la dureza de algunas de las letras de sus entregas anteriores.

Rodeado de músicos y voces excepcionales (Tim Drummond, Ben Keith, Jack Nieztsche, James Taylor, Linda Ronstadt o sus ex-compañeros CS&N), Young logra en este trabajo sonar más fresco y campestre que nunca. Es un disco sobre todo amable en el que brillan las canciones radiables: la melancólica "Out on the weekend", que abre el disco, la archiconocida "Heart of Gold", "Old man" o la que titula el disco, junto a piezas tremendamente melodramáticas orquestadas y arregladas por el genio Jack Nieztsche ("There's a world" y "A man needs a maid"), así como algún que otro arranque eléctrico como "Alabama", canción que arrancó de los Lynnyrd Skynnyrd aquel "Sweet home Alabama" como respuesta a las críticas al sur aquí vertidas. Sin embargo, la canción que brilla sobre todas las demás, pieza fundamental de todos los directos del hombre de Ontario, es la dedicada a su amigo y compañero de fatigas en los Crazy Horse, Danny Whitten, muerto de sobredosis un año antes. El título lo dice todo: la aguja y el daño hecho ("The needle and the damage done"); todo un alegato contra la droga de una tristeza infinita. La voz de Neil parece que se vaya a romper y el trabajo con la guitarra, sin más acompañamiento, es uno de los mejores de su autor.

Harvest es seguramente el disco más vendido de Neil Young y mucho se ha escrito sobre él. No seré yo el que que eche por tierra sus bondades, sin embargo no lo veo como la piedra angular de su obra. Es muy importante, eso si, y cuenta con canciones absolutamente mayúsculas, pero veo muy superiores otros discos como "After the gold rush", "Zuma" o la supuesta segunda parte de este "Harvest Moon". No obstante, escucharlo es un deber, como ocurre con una buena parte de su discografía.

NEIL YOUNG - "HARVEST MOON" (1992)


Esta maravilla de sonido cristalino fue grabada con la intención de ser la segunda parte del archifamoso "Harvest", grabado 20 años antes, disco que supuso para Neil el inicio de la fama y reconocimiento internacionales. En esta ocasión, aquello de "segudas partes nunca fueron buenas" está totalmente de sobra. Las 10 canciones aquí incluidas constituyen un conjunto tan o más cohesionado que el original de 1972 y cuentan casi exactamente con el mismo equipo de grabación: los Stray Gators a los instrumentos y los coros angelicales de Nicolette Larsson, Linda Ronstadt o James Taylor. Desde el inicio con la alucinante "Unknown legend" el disco te coge suavemente de la mano y no te suelta hasta el final. A golpe de tonalidades delicadas y luminosas el disco saca al Neil Young más romántico con prodigios como "From Hank to Hendrix", "Harvest Moon", "Dreaming man", la soberbiamente orquestada por Jack Nieztsche "Such a woman" o el alegato ecologista final de "Natural Beauty", una especie de segunda parte del "Mother earth" de su anterior disco, grabada en directo acústico en solitario y de una belleza quebradiza, como el resto de este mayúsculo disco, obra de madurez como pocas, que realmente quita el sentido.



Realmente bonito.